El Conjuro: oda al lugar común
El mérito de "El Conjuro": apostar por un género donde ya no hay nada que inventar.
Basada en hechos reales, es una película que no se apura, se toma sus tiempos para presentarnos en forma paralela a las dos familias que luego se verán unidas por horribles situaciones.
Una clásica familia rural estadounidense, algo así como La Familia Ingalls versión agnóstica (?), se ve de pronto acechada por un demonio que acosa a sus hijas. Desesperados, recurren a Ed y Lorraine Warren, famosos demonólogos que, más allá de su "profesión", deciden ayudarlos por identificarse con el miedo que sienten de perder a sus hijas. Visitan la casa y concluyen que hay un demonio muy poderoso que no los dejará en paz así se muden. Necesitan un exorcismo pero como no están bautizados, la iglesia hace el trámite más burocrático y no se puede llevar a cabo inmediatamente. Hasta acá lo habitual.
Y eso es justamente lo que el director James Wan mejor explota: el lugar común en el cine de terror. Armarios con extrañas presencias dentro, puertas que se abren solas, y sótanos mal iluminados. Y por momentos es justo lo que no se ve, lo que nos causa más terror. Largas y paralelas escenas de tensión que no por largas son menos efectivas, al contrario, es un miedo efervescente, difícil de contener. Desespera pero uno no quiere dejar de ver.
La mejor actuación se la lleva de lejos, Vera Farmiga -a quien podemos ver por estos días en la serie "Bates Motel"-, que interpreta a Lorraine Warren como una mujer de una aparente fragilidad pero que, muy por el contrario, es gracias a su fuerza, que se puede confrontar al demonio. Una de las escenas más sorprendentes en cuando Lorraine recopila harta información y fotos de la casa endemoniada en una época que no existía google (?).
En resumidas cuentas, es un buen producto que vale la pena ver. Te llevarás a casa un buen susto y la sensación de haber visto una película que con los años puede ser considerada de culto (al nivel de "La Profecía" o "El Exorcismo")
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